La Lizzie era pequeñita y Max Powell había llegado a la familia de los peters.
Un mediodía estaba en la pieza de los chicos durmiendo cuando vino Daniel a despertarme para que fuese al patio a ver semejante escena.
Rápidamente me levanto y me dirijo al patio para ver lo que sucedía cuando desde la cocina ya lo vi.
Estaba el perro que pesaba no menos de 250 gramos con la panza hinchada y blanca como un sapo tirado en el piso casi inmóvil. Con las patas que parecían no encontrar equilibrio cuando pisaban el suelo.
Resulta que durante la mañana la Lizzie le había dado al perro al menos media tira de pan generando en el mismo un incremento consagrable en su peso en relación al anterior de comer el pan.
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